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ISSN 1989-4163

NUMERO 03 - JUNIO 2009

 

Quiet Nights

Xisco Fuster

Conocí a Diana Krall al mismo tiempo que me enamoré de su música escuchando Live in Paris (2001). La muchas veces calificada como vocalista de jazz sabe ejercer la música sentida y la música inteligente en perfecto equilibrio. Pero esto sucede sólo en algunos de sus conciertos. El que ofreció en el Palma Arena el pasado verano fue un concierto en el que la cantante entró corriendo, tocó corriendo y salió pitando con la excusa de que sus gemelos, que acababan de nacer no mucho tiempo atrás, la tenían agobiada. Y tocó de memoria, incluso con menor carisma que los músicos que la acompañaban. Sin embargo, una vez más el público mallorquín se levantó para agradecer con sus aplausos inmerecidos que la vocalista de jazz se acordara de la isla en su gira. Algo parecido parece ser que sucede con sus discos. Diana Krall los graba pensando en los seres sensibles harto emocionados de escuchar sus baladas entre susurros. Nada de intelectual, en sus discos todo es emoción, pegajosa, como un gran chicle de esos que comíamos hace treinta años, cuando algunos de nosotros éramos niños. Quite nights, el último disco de Diana Krall, es otro disco achicletado, con alguna que otra escala que da a entender que la cantante no olvida que el piano que toca no es un órgano electrónico. Pero no acaba ahí la cosa. Por lo visto, ser madre reciente le ha marcado en profundidad y la dulzura de su música se ha vuelto exasperante. ¿Acaso se llevó a sus retoños al estudio de grabación para constatar la mansedumbre de su música? Y, una vez conseguido, ¿no se percata esta mujer de que los adultos que consumen música prefieren estar despiertos mientras la escuchan? Noches tranquilas.

A quien se le ocurriera la proeza del título se le tuvo que ocurrir justo antes de dormirse mientras escuchaba el disco. Y otra cosa, eso de que las melodías están inspiradas en Brasil, poco; si fuera cierto, Brasil no celebraría nunca más el Carnaval, en Ipanema no volvería a lucir el sol cenital y la famosa playa desaparecería en un instante . No quiero acabar esta crítica con un cero tan rotundo. Pero este disco, como casi todos los anteriores, conseguirá que cada vez que escriba Diana Krall en un buscador musical, me aparezcan mil marypoppins insoportables a las que más les valdría dormir antes de creerse que se parecen a la vocalista de jazz...
Pero, ¡qué coño! ¿El jazz es eso?

Cielo Azul con un Poco de Canela
 

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